No recuerdo en qué año comencé a verla. Lo único que recuerdo es que me emocionaba ver cada minuto de aquella «comiquita», así le decimos en Venezuela a los dibujos animados, que trataba sobre un muchacho que se metía en una pequeña nave y luego esta aterrizaba en la cabeza de un robot gigante. Si, hablo de Mazinger Z.

Yo debía tener 5 o 6 años y solo atinaba a pensar que era una «comiquita» china, pero luego a los años supe que era de origen japonesa y que pertenecía a los denominados anime. En ese momento, en mi mente solo me preguntaba cómo este robot iba a ganar la batalla o las batallas de ese capítulo, contra las «bestias mecánicas» del Dr. Infierno, lideradas por aquel inolvidable personaje mitad hombre y mitad mujer, el Barón Ashler.

Hasta hace poco no supe que solo fueron 92 capítulos de esa «comiquita» que por varios años me mantuvo pegado a la televisión, en la que pude ver y «sufrir» cada golpe, cada victoria y derrota de ese robot gigante. La risa del Barón Ashler, que sonaba con una mezcla de hombre y mujer, hasta ahora la recuerdo y me hace trasladarme hasta esos momentos frente a la TV. Koji Kabuto era el nombre de ese joven que manejaba aquel imponente robot.

Cada capítulo relataba los esfuerzos del Dr. Infierno y el Barón Ashler quienes constantemente atacaban a la humanidad con sus horripilantes creaciones mecanizadas.

Sin embargo, allí siempre estaba Koji y Mazinger Z para desbaratar sus planes, ayudados por varios aliados, como el Dr. Yumi, un asistente del Dr. Kabuto, que además de atender y supervisar la ingeniería, había creado otro robot de nombre Afrodita A.

Este particular robot femenino, lanzaba sus famosos misiles desde el pecho y era dirigido por su hija, Sayaka Yumi. Esta joven, por cierto, mantenía una relación de amor y odio con Koji.

Otros personajes secundarios eran Shiro Kabuto, el hermano menor de Koji, los profesores Sewashi, Nossori y Mori Mori, y Boss, el gordo líder de una banda de motociclistas del Instituto donde estudiaba Kōji, quien junto a sus dos amigos, también construía y pilotaba un grotesco robot construido con chatarra y llamado igual que él, “Robot Boss” , intentando en vano igualar las hazañas que Koji hacía con el poderoso Mazinger Z.

¿Pero qué hacía que Mazinger Z fuera tan imponente y me causara tanta emoción al verlo?

Bueno, de sus ojos salían rayos fotónicos que enfocados hacia el enemigo los hacía pedazos. De la reja que cubría su mentón surgían vientos huracanados. También, de las aletas de color rojo sobre sus pectorales emitía calor nuclear o un haz de energía fotónica de que podía derretir los metales más fuertes. Además, podía lanzar misiles alojados en su vientre y arrojar sus puños atómicos, que una vez que destruían el objetivo, volvían a su posición original.

Pero sin lugar a dudas, lo más emocionante era ver a Mazinger Z correr y saltar para que el «scrander» se le acoplara a la espalda y con esto pudiera volar.

El «scrander» era lanzado desde una plataforma ubicada en la falda de una montaña oculta, en dirección al lugar donde estuviera peleando Mazinger Z.

El español J. Aurelio Sanz-Arranz, autor del libro “Mazinger Z: La Enciclopedia”, explica que Mazinger Z fue pionero, porque fue el primero de los robots gigantes tripulados en la ficción. 

«Tuvo un gran éxito en Japón, tras el estreno de la serie animada en 1972. Alcanzó su éxito mundial porque tiene una mezcla muy acertada de tecnología, valor, honor, audacia, aventuras y grandes personajes. Fue una serie pionera, que sirvió de modelo a muchas producciones posteriores. No era una serie sólo para niños, sino para todos los públicos; por tanto, su calidad también la puede apreciar un adulto”, dijo el escritor.

Mazinger Z es y será un robot fascinante. Durante los años que duró la transmisión de esta serie, sé que evolucionó y existieron varias versiones de él. Sin embargo, yo me quedo con el recuerdo de aquel robot que salía de una especie de fuente o piscina y recibía una pequeña nave en su cabeza para luego activarse. Solo con contarlo vivo ese momento y el intro de la música viene a mi mente.

Grande Mazinger Z.

Por Pável Raúl Rodríguez Sposito 

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