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Kong: una película de monstruos con aesthetics

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(Toronto, 14 de marzo. Yakuza Webzine) La última representación cinematográfica del gorila gigante King Kong, hecha por Jordan Vogt-Roberts, se mantiene fiel a la tradición, pero al mismo tiempo rompe con sus paradigmas.

Kong: Skull Island, nombre oficial de la película, nos narra la ya conocida historia de unos exploradores que de alguna forma llegan a la misteriosa isla, se encuentran con la bestia patrona y señora del lugar, solo que en lugar de viajar hasta estados unidos y subir rascacielos, esta vez la criatura se queda a defender sus tierras de entes endógenos que la amenazan y otros buscapleitos, nosotros.

En esta película de Kong, el director Vogt-Roberts decidió jugar con ciertos dolores estadounidenses (Pearl Harbor y la guerra de Vietnam) para darle un empuje a por qué alguien quisiera acabar con un gorila gigante en lugar de escapar de él. De la misma forma se hace mucho hincapié en la diversidad cultural, que si bien tienen su representación… sus roles y parlamentos son tan limitados que dan la impresión de existir únicamente con la obligación de cumplir con lo “políticamente correcto”.

¿Una película de monstros puede tener toques estéticos? Sí y aquí la presencia de los años ’70 se siente mucho: desde el manejo del color hasta los encuadres fotográficos. Incluso los momentos más violentos tienen tintes lo bastante “hermosos” para que en lugar de decir asqueroso, se describa como grotesco.  Es difícil describirlo sin caer en el spoiler, pero los juegos entre colores para representar las luces y las sombras, los contrastes cromáticos, una total delicia.

Entre el reparto se destaca la presencia de Tom Hiddleston, que si bien no hace el papel de malo desempeña su rol de Tracker/Mercenario con modestia y Samuel L. Jackson quien se la juega muy bien como villano. El rol de Jackson si se mira más a fondo, puede incluso ser una pequeña denuncia hacia aquellos radicales obtusos que se inventan enemigos para llevar a cabo guerras fútiles para sentirse victoriosos a como dé lugar (algo asi como *hacer américa otra vez grande*) en lugar de aceptar que es mejor desistir, si eso conlleva a detener el sacrificio de tu gente. Uno de los raros casos donde perder significa ganar.

También participan otros grandes nombres como John Goodman, John C. Reilly y Shea Whigham. Así como con rostros más “jóvenes” como Brie Larson, Jing Tian, Thomas Mann y Jason Mitchell entre otros.

En general, la película cuenta con todas las escenas obligatorias de King Kong: el simio gigante que se alza, el rescate de la chica rubia, el toque de tambor con los pectorales seguido por el rugido, pero Vogt-Roberts sabe darles a cada uno de esos puntos fundamentales, una vuelta propia lo que hace que la pastilla del cliché sepa menos aburrida.

Para finalizar, los efectos especiales en cuanto a imagen y sonido hacen que valga la pena verla en la pantalla grande. En especial para disfrutar de los muchos pequeños “Jump on the seat moments” o momentos en los que saltas en tu asiento. Y si tienen la oportunidad de verla en 3D, mucho mejor. Kong: Skull Island fue pensada para esa tecnología.

Y como última nota, del todo irrelevante hacia la reseña, Tom Hiddelston necesita amor, en especial después de esa mancha en su historial llamada Taylor Swift. Solo por él, Kong: Skull Island merece un vistazo.

Maria Caterina Bruciapaglia

 

 

 

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