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La razón por la que amo el manga

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Amo el Manga

(Madrid, 6 de Mayo. O’kuroku).- Hoy quiero hablarles de la razón por la que amo el manga. Cuando las personas normales piensan en manga, la primera imagen que se les viene a la cabeza son personajes de ojos grandes, que gritan mucho y que lanzan rayos de energía por las manos.

Piensan en chicas lloronas que sueñan sin consuelo con el Príncipe de la Colina o en un Robot Gigante que sale de una piscina que se abre en dos. Quizás si son más jóvenes piensan en un chico rubio que viste de naranja y que no para de parlotear sobre su camino del ninja.

Se acuerdan de la violencia, del sexo, de las cuestionables historias que hablan de ángeles destruyendo a la humanidad. Para el común denominador el manga aún es un medio extraño. Quizás un poco hostil y al que es difícil aproximarse. Aunque las percepciones han cambiado, sigue siendo visto en occidente como algo para niños y adolescentes.

¿Pero es eso cierto?

Durante mucho tiempo hemos tratado de hablar sobre lo que subyace en la superficie. Sobre el profundo océano del manga y sus posibilidades. Sobre como los cómics, sin importar su origen, son un medio de expresión tan valido como la literatura, el cine o la música. Sobre como el noveno arte es, en efecto, un arte.

Pero a veces eso puede sonar como palabras vacías. Como la justificación de un fanático que busca agrandar a su afición más allá de lo que es. Que busca darle un estatus e importancia que no tiene. Una relevancia que no se ha ganado.

No puedo menos que lamentarme por las mentes cerradas incapaces de ver en el manga , o en los cómics en general, un alimento para el alma tan nutritivo como muchos clásicos de la literatura.

Amor al manga como arte

Sangatsu no Lion

En el último año me he vuelto a enamorar del manga. No me malinterpreten, amo el manga, nunca dejé de hacerlo. De sus infinitas posibilidades creativas. De su capacidad para expresar tanta humanidad en simples dibujos en blanco y negro. Ha sido como ese anciano que se detiene a mirar a su amada esposa después de muchos años y recuerda. La vuelve a ver como era en su juventud, cuando le robaba el aliento. Cuando se enamoró por primera vez.

Ese redescubrir de la belleza del manga no tuvo que ver con un intenso combate psicológico entre genios.

Tampoco tuvo nada que ver con un médico que se debate entre respetar el juramento que hizo y la necesidad de exterminar un mal.

No se trató de una batalla de vida o muerte entre dos personas con principios diametralmente opuestos, de empatía humana contra la supervivencia del más fuerte.

Tampoco fue el viaje de iluminación de un guerrero que tras mucho combatir se dio cuenta que el enemigo a vencer era él mismo.

No fue una brillante historia de ciencia ficción, ni una historia de fantasía inspirada en oriente medio que estudió sin tapujos la sociedad humana. Tampoco se trató de una de esas clásicas historias de un hombre (o niño) avanzando hacia una meta paso a paso.

No, tampoco fue una obra sobre la crueldad humana en un mundo gris, lleno de amenazas. Ni una inteligente deconstrucción del género de superhéroes.

Lo que me hizo volver a mirar al manga a la cara y enamorarme una vez más fue una historia simple. Cotidiana. Con un arte que no es particularmente brillante. Con personajes que podrías encontrarte en cualquier esquina.

Una historia asombrosamente humana, cuyo nivel de verosimilitud es tal que hasta podría considerarse demasiado burda. Demasiado normal. Quizás poco imaginativa e incluso, a primera vista un poco aburrida.

Pero que no lo es. No lo es en absoluto. Es una historia que te puede llevar al borde de las lágrimas y luego hacerte reír. Es una historia que empieza sumida en la oscuridad de la depresión y se arrastra desde ese foso hasta ponerse en pie y salir a la luz.

Este manga que rescata con insistencia la idea de que vale la pena vivir. De que vale la pena luchar por una pizca de felicidad, incluso si es una felicidad efímera. Que se afinca firmemente en la idea de que debemos ser capaces de sostenernos en pie… y de tender una mano a quien no puede hacerlo. Que eleva a la gentileza como valor humano. A la familia como pilar. Al esfuerzo sincero y honesto como algo mucho más importante que el simple talento. Y que nos recuerda que no importa si somos débiles, lo importante es volver a ponernos de pie.

Es por obras como esta y por todas esas otras, que amo el manga.

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